De ninguna manera vas a dejar que este bravucón te haga perder la prueba, así que levantas la mano para llamar a la maestra. Pero antes de que la maestra te vea, el bravucón se agarra las narices. —¡Uf uf! —grita—. ¡Tus sobacos apestan! Toda la clase suelta una carcajada. Todo lo que logras hacer es sentarte y tratar de desaparecer.

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